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miércoles, 27 de marzo de 2024

EL RÍO

 Qué rostro tan hermoso, me cautiva su mirada y esa melancolía que desprende, y sus lágrimas. Esas que se mezclan con mis aguas en un dulce abrazo. Sus manos se hunden en mis entrañas, las revuelven con oscilaciones suaves, tomando una forma cóncava para llenárselas de mi sangre azul y bañar su cara, pálida, triste, sola.


Todos los días viene a visitarme a la misma hora, se sienta en la orilla, a mi vera, se pierde en la inmensidad de sus pensamientos, que solo ella conoce y yo intuyo, de niña enamorada.

Mi Laia, mi amada Laia. Llena mis días de gloria con su visita, pero no sé cómo aplacar su pena. Mi Laia, ¡quién fuera cuerpo para envolverte en un abrazo y arrullarte, y voz, para susurrarte al oído cuanto te quiero, mi niña!

¡Qué galán te ocasiona tan gran desconsuelo! ¡Si se acerca a mi orilla, en bruma me convertiré para que no le puedas ver, le cubriré de rocío y en mis aguas le haré caer, llevándole hasta el mar, mi niña bella, para que no vuelva a hacerte llorar!

Mi dulce Laia, mi niña, espero en mis aguas el reflejo de tu sonrisa poder disfrutar, porque no hay que llorar por un galán que no te quiere, ni sabe lo que es amar.

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