Cuántas veces he pensado en escribir esta carta, y como una buena náufrago meterla en una botella y lanzarla al mar, con la esperanza de que algún día, alguien la lea y pueda entender mis delirios. Qué grandes estos, que cada día me vuelven más cuerda y me apartan de la locura, qué incongruencia, ¿verdad? Pero así es, esas voces que me susurran, como un "Pepito Grillo", y me sumergen en racionalizar mis pensamientos y actitudes, cuando ambas empiezan a fundirse en un torbellino ilógico, irracional en el océano de los desvaríos.
Y estarás pensando, si eres ese lector esperado, ¡Qué galimatías de palabras, sin sentido alguno!, pero es mi pequeño cerebro que no para. Es un ente inquieto con propia voluntad, que lucha diariamente con el corazón una batalla abierta, para ver quién puede más. La razón o el sentimiento. Es todo un sin sentido, que ha formado mi propia esencia, diría que única (sin ser por ello una egocéntrica consentida), más es como el perfume, cada uno necesita el suyo y en cada piel, el mismo perfume crea una fragancia diferente.
Así pasamos los días, entre las voces de "Pepito Grillo" y su racionalidad, y el corazón de una princesa sin trono que busca su lugar, galopando por anchos prados con su melena al viento, llorando, riendo. Mientras una masa rosada desde su cabeza le ordena que baje de su mundo de cuento, y pose los pies en la tierra. Esa es la Lou, que no aprende la lección, se enoja constantemente con ella misma, una y otra vez, intentando buscar cuál es su lugar en este relato, y cuál es su rol.
El lugar es donde Lou se sienta feliz,sola o en compañía, criticada por algunos y por otros no. Pero yo quiero ver siempre a la Lou alegre, a la que pensado y hecho nos hemos ido a Denia a por un brindis de una cosa azul ( no me acuerdo como se llama), pero quiero esa Lou y ahora que voy mejor ponte las pilas que tenemos que repetir sin esperar a nadie.
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