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viernes, 3 de mayo de 2024

LA REINA DE CORAZONES

 Todo empezó con una partida de cartas, en un cuartucho oscuro y lleno de humo, solo iluminado por una tenue luz, cuyo tintineo constante, te envolvía como en un sueño, hipnotizando tus sentidos. Yo, era la chica de compañía,  la que quieren tener a su lado como un amuleto, a la que de vez en cuando, para mostrar su hombría, le pellizcan las nalgas o la sientan en sus brazos, como si fueran los reyes del mambo. ¡Ignorantes!, solo son los reyes de la hipocresía, la maldad y un odio aferrado a sus almas, por todo aquello que no cumple sus normas.

Aquella noche era especial para mí, por una vez, aunque fuera la última, me iba a sentir la reina de corazones, la que pintaría de rojo la habitación, con salpicaduras abstractas, gritos acallados y risas cortadas. Esta, era mi noche. Después de ser vapuleada, pasada de mano en mano y tratada como una muñeca de trapo, a la que han despojado de todo, y que no tiene nada que perder. 

Les dejé jugar varias partidas al póker, ¿por qué no? Hay que dejar a las bestias que entre ellas se enfurruñen, se enfaden y vean sus propias trampas. Mientras, la reina de corazones pasaba de brazo en brazo, alguien de ellos me daba de vez  en cuando un beso, con un aliento insoportable a podredumbre, iniquidad y sudor. Pero les dejé hacer, iba a ser nuestra última noche, que disfruten antes de bajar a los infiernos. Risotadas, vasos de whisky derramados, ojos vidriosos y yo, por fin, yo.

Sigilosamente, me levanté del brazo del grandullón, estaba ya muy borracho para saber si iba o venía, y me acerqué a la puerta. Ahí, entre las sombras, saqué mi automática de 9 mm "Parabellum", con trece cartuchos, para rematar bien a mis cuatro captores, a aquellos que me habían encerrado en una jaula (según ellos de oro) para su disfrute y placer, sin importarles que fueras un ser humano que siente dolor, amor y mucho odio. ¡Y como me enseñaron!, con gran rapidez, apreté el gatillo apuntando a sus corazones, sin pestañear, sin sentir ni una pizca de remordimiento, y sonreí.

Sus cuerpos quedaron tirados sobre la mesa, y un gran estallido me hizo salir del estupor del placer que me había prodigado mi venganza, sí, placer. Como se dice, ojo por ojo, y diente por diente. Ahora éramos iguales. 

Sentí en mi cuerpo varios disparos, pero no me dolieron, seguía sonriendo, ya no me importaba nada. Esta vez, la reina de corazones había abierto su jaula de oro, y por fin, salido a volar.



1 comentario:

  1. Cuántas mujeres se sentirán identificadas, aunque la sociedad lo mantenga oculto, la trata de mujeres es un negocio muy grande.

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